miércoles, 23 de noviembre de 2016

Acentos y fisonomías

Ella, de fisonomía oriental incontestable,
encabezaba la desperdigada comitiva familiar
que se disponía a almorzar en un prestigioso restaurante chino.
Poco antes de cruzar la puerta de entrada al establecimiento,
un camarero le sale al encuentro pronunciando unas palabras (de bienvenida) en chino.
Sin embargo, ella corta en seco la perorata,
frunce el ceño en ademán de no entender nada,
gira la cabeza buscando con la mirada a su anciano y venerable progenitor
y, haciendo gala con desparpajo de un inesperado acento extremeño,
espeta en la perpleja cara del empleado:
"eso mejor digáselo a mi padre".


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¿Y tú para que sirves?

¿Y tú para que sirves?
Es la respuesta-pregunta
que me lanza con gesto sesudo
la súbdita china que regenta la tienda de todo a 1 euro
cuando le pido un artículo complejo.



Anecdotario

¿Cuánto tiempo ha de pasar
para que hechos dolorosos -de esos que marcan la vida-
puedan ser vistos -y aun contados-
como sencillas -que no simples-
anécdotas?


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