martes, 12 de julio de 2016

Mudanzas

De vuelta a la carga
de buscar casa, tras un tiempo récord en una misma zona
de confort.
Buscar de nuevo hasta debajo de las piedras.
Dos Santos me fueron propicios
en los anteriores traslados:
En San Ginés, estuvo la preciosa casa del cambio.
En Santiago
mi hogar durante cinco años.
Pero ahora, en San Millán, me ofrecían un húmedo y sombrío
sótano;
en Santa Isabel, un piso para vivir de medio lado.
En Espíritu Santo, unos tabiques de espanto.
tampoco cuajó la buhardilla en San Eugenio,
y el bunker de San Andrés -fue inmediatamente descartado-;
Tampoco hubo suerte con el de San Isidoro de Sevilla  
y deseché visitar el de San Ramón Nonato,
solo porque el nombre me catapultaba
a aquellas estampitas que
me colaba mi suegra de antaño en el bolso
mientras yo llevaba el dolor escrito a doble cara
por mis seres queridos
que no llegaron a puerto.
Al final, cuando los ánimos de encontrar algo
empezaban a decaer, un general* me salió al paso,
y yo, enseguida, le eché el lazo.
Y me dije ¡sea vive Dios! 
que en este -mi- nuevo rincón
divinamente me hallo.

*General muerto en 1817 en el patíbulo por la Constitución.

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