Cuando las sensaciones de felicidad
entran a vivir a esas diminutas celdas
llamadas momentos,
parece que lo hiceran para siempre
porque lo primero que hacen es descorrer
las tupidas cortinas y abrir sus ventanucos
para dejar que entre su luz...
Pero no es su menester permanecer allí mucho tiempo:
precisamente porque no caben en sí
han de mudarse
dejando que el estado
de ánimo habitual se autogobierne como pueda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario