Nuestro amor va cumpliendo la edad de
los hijos pequeños de un puñado de mejores amigos.
Al igual que ellos, él crece imparable.
Da gusto ver cómo se transforma
y cobra identidad propia:
en nuestro caso, ese amor es el
fruto
que está ahí -en medio de los dos-
poniéndonos -amablemente- a cobijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario