Vivo en el mismo centro
de la panza de una gran ciudad.
Cada mañana entran por las ventanas los tranquilos cascos
de los caballos
evocando épocas pasadas
-aunque se trate solo de la policía montada-;
Y resuenan -como antaño-
también las campanas sacramentales
de una antigua iglesia cercana.
Y cuando cae el sol,
se suceden las músicas esparcidas por acordeones, violines, pianos portátiles, copas llenas de agua...
Y personas que se acercan a comer de los "opulentos"cubos de basura
de los bares...
Y de vez en cuando
sube a visitarme el nauseabundo olor excremental
-como el que reinaba en la Edad Media
cada vez que alguien decía ¡agua va!-
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