Mi abuela dice que ya nadie va a visitarla.
Dice qué como va a ir alguien si la chica que la cuida no compra chorizo
ni nada, pues cómo va a ir nadie. Ni si quiera hay un mal rosco de vino o magdalenas
que ofrecer.
Dice que todos saben que ya no compra nada y por eso no van.
Todos los recuerdos, incluidos los de aquellos días felices
en los que nos reuníamos todos en torno a su mesa,
se van arrancando de su mente como las hojas de un longevo calendario,
Tras sus dos pesados cortinajes -ahora llenos de telarañas-
hay un "backstage" que se va desmontando cada día.
Sin prisas, sin pausas.
Mi abuela dice que no deja de entrar y salir gente
de su casa por las noches.
Lo sabe por los ruidos que oye. Son hombre que entran, se llevan sus cosas
y luego dejan otros muebles.
Por eso dice que su casa ya no es su casa.
"Ayer estuve en el casino" -dice-. "Ayer salí".
Y es verdad que salió. Pasó toda la tarde
cómodamente sentada en una silla frente a la puerta de su casa.
Y a menudo se pregunta por qué
no viene a verla su hijo mayor -el favorito-.
"¡Claro como va a venir si aquí ya no compramos chorizo,
si ya no se cocina como antes!"
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