Tocar el claxon - ya de buena mañana
y por sistema-,
es una forma ruidosa, la que más,
de "conducirse" en la vida,
siguiendo una regla sencilla:
hostigar con la bocina solo al que va delante;
así, el hostigado, de repente, hostiga.
En un santiamén el ruido está servido.
Se ha ido generando
gracias a un ahínco impropio:
-como no era de nadie,
todos quisieron adueñarse de un poco-...
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