En las horas centrales del mediodía toledano
no hay viento ni brisa que valgan.
Solo mucho sol y escasa sombra.
Nos refugiamos
en los jardines de la Sinagoga
de Santa María la Blanca.
Y allí, en semejante patio de butacas,
bajo la verde y atenta mirada de un ciprés,
disfrutamos -adormilados- del recital
que nos ofrece un jilguerito.
Tras un breve preludio
el primo uomo se va desgañitando
con series de trinos y chillidos.
Diríase que se halla en celo.
El canto de este colorín
parece más efusivo que melódico
31/05/2012
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