El gran magnolio
se extiende majestuoso
por un mar de tierra
y otro de aire.
Mantiene el verde brillante en sus velas,
desplegadas por todos los mástiles.
No sé cuándo echaron el ancla sus raíces,
pero la envergadura del palo mayor
y la eslora
hablan de épocas decimonónicas.
Según la estación del año su cargamento varía.
Ahora lleva robustas
y extrañas flores
-como de ciencia ficción-
que ondean
-de popa a proa-
como
blancas
banderitas
de aroma
de las que queda prendado el viento.
Con tu ayuda subo a la barandilla de forja que rodea el magnolio. Me acercas con sumo cuidado a una rama para que pueda consumir el fascinante aroma de sus flores
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