En la plazuela del Cordón
hay un edificio de señorial fachada.
El enrejado de sus amplios ventanales
evoca a decimonónicas damas
sentadas de lado junto al alféizar.
Discretas con sus tocados de blonda,
en el caer de la tarde
se entregan a la placentera escucha
de palabras de amor
que el viento les trae
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