sábado, 28 de abril de 2012

Corto circuito para día plomizo

Se me ha echado encima el tiempo
de este día plomizo,
tratando de abrirme paso entre sus espesas horas
como si atravesara explanadas llenas de cuerdas
con sábanas secas que crujen.

¡Es ya la una y veinte!.. Voy a salir.
Aun no. Me entretengo un poco más para sacar del bolso
el libro de poemas de Lorca, el de poesía hebrea
y otras cosas que me pesan hoy.

En la calle al fin. Guío mis pasos hacia
un establecimiento comercial, pero me arrepiento
y decido perderme lentamente
por la trastienda de callejuelas del Palacio de Cañete.

Tengo poca energía hoy.
Así que caminaré consumiendo aire en menos
tandas cada vez,
             -esto es, en profundos suspiros- 
y economizando al máximo
el número de pasos.

Recorro la calle del Rollo.
En su recodo,
una ventana de forja pintada de verde
me enseña
-a barrote descubierto-
una cerradura en medio de su pecho;
se trata de un corazón chapado a la antigua
cuya llave perdida
custodiaba un antiguo amor.

Sin saber cómo,
salgo a la costanilla de San Andrés,
y me invito a cruzar hasta el Jardín del Príncipe de Anglona.
No encuentro sitio en sus fríos bancos de piedra
para sentarme a escribir;
Sigo avanzando hacia el restaurante "El Cosaco"
a ver si veo a los gorriones rampantes,
            -pero no están hoy-.

Hago parada obligada ante el curioso pasadizo elevado
-tapiado-
de la Iglesia de San Andrés
que utilizaban los Reyes Católicos para ir a misa.

Por la calle del Nuncio,
llego hasta la Iglesia de San Pedro el Viejo,
donde me detengo,
antes de volver  por la travesía del Almendro
hasta Puerta Cerrada... 


                                                                                          27/04/2012


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