Al final de la tarde
el petirrojo nos recibe brevemente
a las puertas del arenero que se extiende bajo su pino
antes de transportarse raudo
hasta una solitaria rama
donde luce a distancia su anaranjado peto en el pecho.
Y allí, viendo cómo se apaga la tarde,
pende -cual farolillo -
mientras el viento le mece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario