Si en el amor trabajásemos más
para el siempre
-del ahora-
mejor nos iría.
Porque mucho me temo que dejarlo todo
en manos del otro siempre
-el de después-
es como poner un disco
que lleva un nunca implícito
pegado en la cara B.
Y en el que todo y nada
cabe esperar que suene.
De vocación lejano,
el laxo e impreciso siempre del luego
adormece
hasta hacernos incautos.
Y entonces es cuando empezamos a dejar de trabajar
en y por el bienestar del instante presente,
en y por el bienestar del ser querido
en y por el bienestar de nuestro querido ser queriente
-nosotros mism@s-
pensando que, por arte de magia,
todo esto que tenemos hoy
se habrá de prolongar hasta el infinito
sin más...
Y si realmente quiero querer
así como ahora quiero
pero para siempre,
pues entonces
habrá que mantenerse consciente
en todo momento
de las efimeridades
que constituyen lo bello
y el envoltorio que lo envuelve:
-otro regalo en sí mismo-
el instante presente.
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